La leyenda del Charro Negro

Una de las tradiciones más importantes de esta época es contar historias de fantasmas. Si no te sabes ninguna de estas leyendas o estás buscando una historia para tu colección, te dejamos una de nuestras historias favoritas.

 

La leyenda del Charro Negro

 

Las carreteras de México son conocidas por ser uno de los lugares más peligrosos para los viajes en solitario. A veces es inevitable viajar sin compañía, por más peligroso que esto pueda llegar a ser. Sin embargo, un peligro que no puedes ignorar si eres viajerx frecuente, es un encuentro con el Charro Negro. 

 

Para lxs campesinxs mexicanxs siempre ha sido difícil salir adelante, por más trabajo que hagan de sol a sol. Así era la vida del Charro, que por más que soñaba con una vida digna, con comida en la mesa, muchas veces no podía comprarse ni un pan. A la muerte de sus padres, la vida se convirtió en algo insoportable: sin compañía y, condenado a trabajar como esclavo hasta su muerte, pensó en otra alternativa.

 

Una noche de luna llena, con muchas veladoras y un sacrificio, el Charro decidió probar un viejo ritual para invocar al diablo. Así, entre cenizas y chisporroteo apareció la figura de una criatura terrorífica. Haciéndose el valiente, el Charro trató de contener la calma y hablar con normalidad. Le pidió que le hiciera un favor: darle riquezas para probar lo que era vivir bien por primera vez en su vida. Algunxs dicen que podría haber pedido que sus padres regresaran de la muerte, pero le ganó la ambición. 

 

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De favores el diablo no sabe nada, por lo que le propuso mejor un trato: riquezas a cambio de su alma. El Charro aceptó y le dio la mano en señal de acuerdo. Al instante, el demonio se esfumó, dejando apenas una quemadura en la palma que le había ofrecido el Charro.

 

Así, el antes miserable comenzó a gastar su infinita riqueza en banquetes, ropa lujosa de charro, mujeres. Vivía en una mansión con muchxs empleadxs. Con el paso de los años, el Charro se olvidó de que había nacido como campesino y empezó a tratar a su servidumbre peor que a esclavxs. Todxs en el pueblo le tenían miedo y nadie se le acercaba si no era por su dinero. El viejo hombre ya hubiera olvidado lo que había tratado con el diablo de no ser por su quemadura en la mano, que se había vuelto en su única compañía fiel.

 

Una noche sin luna, cuando el ya anciano Charro no podía disfrutar del despilfarro monetario, la cicatriz de su mano volvió a abrirse. El mortal no quería cumplir su parte del trato, por lo que hizo lo posible por reforzar la seguridad de su casa. Presa del miedo, decidió salir en la madrugada más oscura en su caballo. Sin avisarle a nadie, portó su mejor traje y huyó de su destino. Pero del demonio nadie huye.

 

El Charro galopaba sobre su caballo sin un rumbo fijo. Ya en medio del camino y con completa oscuridad, lo esperaba en el horizonte una figura como de carbón encendido. Pronto, la cicatriz de su mano fue cubriendo todo su cuerpo, combustiendo en llamas. Por haber huido, el Charro negro sufre ahora un doble castigo: la tortura del infierno y la esclavitud en el mundo de lxs mortales.

 

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Es así como el Charro deambula por los caminos solitarios en su pobre caballo, buscando a alguien que tome su lugar a cambio de una bolsa de monedas de oro.

 

Son pocxs lxs que sobreviven a un encuentro con el Charro, pero sólo hay una manera de salir con vida: no aceptes sus monedas ni lo veas mucho tiempo a los ojos.